Hoy la comunicación ocupa un espacio central en las relaciones humanas. Una mala comunicación provoca la ruptura en una pareja, hace caer al candidato en las encuestas, interpretar erróneamente las indicaciones del médico. Por el contrario una buena comunicación transforma lo imposible en posible. En definitiva, en la vida del hombre del siglo XXI, todo es una cuestión de comunicación.
Así es decretado por las nuevas tecnologías y por el poder que ellas adquieren. Por un lado los medios de comunicación inundan con información la vida de las personas. Por otro lado y complementando lo anterior, de internet irrumpe en el mundo con la idea de estar comunicado todo el día y cuando lo deseemos. Hay entonces una asociación del concepto de comunicación a “estar informado y comunicado permanentemente”.
Uno de los logro de la globalización es inundar con datos la vida del hombre; pero limitando las herramientas para jerarquizarlos en función de la vida de cada uno. Otro símbolo de esta época es la presencia de la comunicación permanente, cuando en realidad hay una profundización del aislamiento e individualismo. Este contexto de una única vía entorpece la reflexión y la búsqueda de otro camino; que aprovechando el avance tecnológico construya una sociedad más igualitaria y con la suficiente capacidad para elegir, que la actual carece.
Es cierto, que las prácticas artísticas por sí mismas no generan la transformación social, por que es una tarea que incluye a toda la sociedad. Pero el arte – comprendido como un proceso de construcción colectiva, social e histórica de sentido- es una práctica comunicativa alternativa a la tradicional comunicación.
El arte es una forma de comunicación alternativa y tiene que cuestionar, denunciar y problematizar la actual imposición de un modelo único de sociedad. Ayudar a que los ciudadanos, generen interrogantes críticos sobre su pasado, presente, piensen su futuro permitirá construir “otros” caminos para vivir en una sociedad distinta.
No tenemos dudas que las prácticas artísticas son parte de la cultura de un pueblo y son el grito dado de las voces “silenciadas” en el discurso dominante. Son prácticas de sentido, que buscan resignificar su rol histórico, político, social, existencial en cada una de sus manifestaciones artísticas. A través de ellas comunican a la sociedad los resultados deseados y no deseados de sus actos.
En las Jornadas de Comunicación/Arte, Arte/comunicación del 13 y 14 de noviembre pasado, en la facultad de Comunicación Social y Periodismo de la UNLP, estas ideas salieron a la luz.
Editorial
Hace 15 años
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